Obra cuyo eje principal se fundamenta en una pieza audiovisual, de cuarenta minutos de duración, en el que el Alberto García-Alix, a través de su propia voz y desde un presente subjetivo, reflexiona sobre su pasado y sobre su fotografía. Un “monólogo infinito” mediante el cual Alix nos acerca a su lado más íntimo y poético, un viaje a la memoria entre el presente y el pasado de su obra y, por tanto, de su propia biografía.
(…)
La fotografía encadena mi memoria. No solo la constriñe a lo visto.
La melancólica emoción de lo irrecusable se hace visible.
El alma de la fotografía es el encuentro.
Si ayer fotografiaba silencios hoy fotografío mi propia voz.
Este viaje tejido sobre una memoria de luces, destellos, ilusiones ópticas,
persigue una revelación.
Un puente.
Un puente sobre el abismo.
La escenografía visible de un sentimiento al compás de mis emociones.
Hoy tengo la conciencia de que una forma de ver es una forma de ser.
La fotografía es un poderoso médium.
Nos lleva al otro lado de la vida.
Y allí, atrapados en su mundo de luces y sombras,
siendo solo presencia, también vivimos.
Inmutables. Sin penas. Redimidos nuestros pecados.
Por fin domesticados… Congelados.
Al otro lado de la vida, de donde no se vuelve.